¡Saludamos a todos nuevamente, a través de nuestro Boletín mensual implorando la paz de Dios sobre todos ustedes!
Hace poco, el día 20 de junio, el Papa Benedicto XVI al ordenar a 14 sacerdotes para la diócesis de Roma, dijo en un pasaje de su homilía que el sacerdote “en la oración está llamado a redescubrir el rostro siempre nuevo del Señor y el contenido más auténtico de su misión. Solamente quien tiene una relación íntima con el Señor es aferrado por Él, puede llevarlo a los demás, puede ser enviado. Se trata de un «permanecer con Él» que debe acompañar siempre el ejercicio del ministerio sacerdotal; debe ser su parte central, también y sobre todo en los momentos difíciles, cuando parece que las «cosas que hay que hacer» deben tener la prioridad. Donde estemos, en cualquier cosa que hagamos, debemos «permanecer siempre con Él».
¡¡Que importante en esta época de apuros y activismos reflexionar con nuestro amadísimo Papa lo que hace a la misión de los sacerdotes!! Es por eso que queremos visitar a los seminaristas en la casa que los cobija durante los años que se preparan para ser ordenados, donde van alimentando día a día ese permanecer con Jesús, en intimidad con Él, como lo recordaba el Papa: están todos especialmente invitados a participar de la Jornada de los Celadores del próximo domingo 19 de septiembre en el Seminario a partir de las 11:00 hs. con la Santa Misa(ver Imagen)
Ese encuentro reemplaza la reunión mensual de septiembre, con lo cual nos volvemos a encontrar en el Monasterio de las Hermanas Carmelitas de Pueblo Esther, el 26 octubre Dios mediante. Allí compartiremos unos minutos de adoración a las 15: 30 hs y luego la Santa Misa con las Hermanas. El día de los Celadores en el Seminario daremos los datos que hacen a la disposición de la visita al Carmelo.
Que estas actividades de nuestra Pastoral queden bendecidas por la gracia del Señor. Hace muchos años la visita de los celadores era un gran acontecimiento para la arquidiócesis y afluían numerosos fieles de casi todas las parroquias al Seminario. ¡¡¡Por eso les pedimos que puedan invitar para esa jornada a los que deseen, sobre todo a los que compartan el amor por las vocaciones y la preocupación porque haya más sacerdotes!!!
En este boletín compartimos el testimonio del P Javier Pussetto, vicario del santuario “San Cayetano” de Rosario, que nos relata las cosas de su vocación y de su ordenación que todos celebramos el día del Sagrado Corazón de junio pasado. ¡Prometemos nuestras oraciones por él y le agradecemos su valioso testimonio!
P.David Rogani
Entrevista al P. Javier Pussetto, recientemente ordenado sacerdote
-¿Cómo fue el llamado que recibiste del Señor?
Yo recibí la fe de mis padres, y desde muy pequeño estuve en la Iglesia. Sin embargo nunca tuve ninguna inquietud seria sobre mi vocación hasta los 15 años, cuando ingresé a un grupo jóvenes en la Basílica San José. Al mismo tiempo conocí el Seminario y tuve mayor contacto con mi párroco y algunos otros sacerdotes y seminaristas, que me sorprendieron por su sencillez y cercanía, cosa que no había experimentado hasta el momento. Sin embargo, la primera pregunta sobre la vocación surgió en mí cuando uno de mis compañeros del grupo de la parroquia, quien hoy es el Padre Juan Pablo, ingresó al Seminario. Me di cuenta esa tarde de que el paso que Él y sus compañeros daban, era algo muy grande, y que si daban ese paso por Jesús, era porque por Él valía la pena darlo todo. Y quise eso mismo para mí. Conocí en ese momento a un sacerdote que me impactó mucho. Su presencia, sus palabras y su alegría me llenaron de admiración, y me dije a mí mismo: quiero ser como Él.
Dios me llevó a hablar con Él sobre lo que me pasaba, y comencé a visitarlo una vez al mes. Pero pasó un tiempo y el fervor inicial se fue apagando, me alejé de este sacerdote y al final me olvidé de todo; y continué el colegio y mi vida junto a mi familia, mis amigos y mi parroquia. Pero finalizando la secundaria y poniéndome Dios en la necesidad de plantearme el futuro, todo volvió a resurgir: yo sabía que había algo que tenía que resolver. Al año siguiente, tratando de olvidar la cuestión vocacional, comencé la carrera de Ingeniería en Sistemas en la facultad, pero casi al mismo tiempo me reencontré de casualidad con el mismo sacerdote que tanto me había impactado, y que hacía tanto tiempo que no veía. Finalmente el llamado de Dios me venció, me acerqué nuevamente a hablar con él y durante todo el año nos encontramos, rezamos juntos, compartimos actividades y me hizo reflexionar mucho. Luego vinieron los encuentros en el seminario en los que Dios me consoló mucho y fue disipando de a poco, tantos miedos que tenía, y que tanto daño me hacían.
Llegado el final del año, decidí que quería ingresar al Seminario, porque sabía que entregándome con confianza al Señor, pasara lo que pasara, él no me iba a dejar. Así fue, y sé que así va a ser siempre.
-¿Cómo se vivió esto que experimentabas entre tus familiares y amigos?
Si digo que lo tomaron mal, no diría la verdad. Pero lo cierto es que no fue fácil para ninguno de ellos. Mis amigos sabían que no me perdían, pero que yo no podría estar ya todo el día con ellos, como era hasta entonces. Y mis padres y mis hermanos no estaban muy seguros de mi decisión y tenían mucho miedo. Pero a pesar de que en un principio, sin oponerse ni contrariarme, no estaban muy contentos, comprendieron con el tiempo que era lo que yo quería y lo que Dios quería. Eso era lo más importante. Me vieron bien y alegre, y eso les dio mucha tranquilidad, porque eso es lo que ellos querían para mí. Finalmente hoy están muy felices con mi vocación.
-¿Qué considerás que fue muy importante para tu propia historia vocacional?
Lo decisivo siempre en la vocación es la persona de Jesús. Los modos de encontrarlo y de escuchar su llamado son distintos y únicos para cada persona. En mi caso tendría que hablar de tres lugares en los que fui descubriéndolo antes del seminario: Primero mi familia, en donde lo conocí y aprendí a amar; después en mi parroquia donde comencé a compartir la fe y la alegría de seguirlo; y por supuesto en los sacerdotes y seminaristas fieles y entregados, que me hablaron de Jesús con sus palabras y su vida, y que rezaron por mucho por mí.
-¿Cómo pueden resumirse los años de Seminario y la formación al sacerdocio?
Son años maravillosos y muy fecundos, en los que Dios va tomando de a poco nuestra vida: nos enseña a rezar, a trabajar, a estudiar, a vivir en comunidad, a disfrutar de la vida y de los demás... Pero como todo lo valioso, no es fácil, aunque hermoso. Por eso tendremos que rezar mucho por los seminaristas, y por el Seminario y sus formadores; y al mismo tiempo agradecer todas las gracias y bendiciones que el Señor regala a toda la Iglesia por medio del Seminario.
-¿Qué cosas destacarías del paso de Dios por tu alma el día de la ordenación? ¿Qué vivencias fueron más importantes en ese día y en el de tu primera misa?
Muchísimas cosas, pero quizás lo más hermoso es ver cómo Dios obra las cosas más grandes a través de los gestos más sencillos, y cómo lo más extraordinario sucede sin efectos especiales, ni grandes espectáculos, ni necesidad de cosas estruendosas. Fue muy lindo experimentar así que uno es muy pequeño, y que lo que recibí es puro don, pura obra de Dios que comenzó allí en la ordenación y permanece hasta la vida eterna.
Además llena el corazón darse cuenta de que uno no se presenta solo delante de Dios, sino unido a toda la Iglesia que intercede, los que peregrinamos, los que se purifican y los santos a quienes invocamos postrados en las letanías. ¡Qué consuelo llamarlos ahí cuando nuestra pequeñez se postra ante la grandeza de Dios y su obra!
Otra experiencia que fortalece mucho es la de saberse recibido por un presbiterio, y saber que los que ahora son mis hermanos sacerdotes, rezaron sobre mí llamando al Espíritu Santo, y me recibieron con la paz del Señor.
-¿Qué significa ser sacerdote hoy en el mundo?
Creo que lo mismo que siempre: ser presencia viva de Jesús. Sólo que al vivir hoy en un mundo que tiene tan poco espacio para Él, la presencia se hace más luminosa y, a la vez más contradictoria. Pero no por lo que valemos como personas, que es muy poco, sino por lo que somos como hombres de Dios, como instrumentos para ofrecer a Jesús y su perdón a los hermanos, como ministros de su Palabra, que es verdadera vida y sentido para todos los hombres, en un mundo donde parece reinar la muerte y la desesperación.
- ¿Cuáles son tus esperanzas para el ministerio sacerdotal?
Mi esperanza es ser fiel y hacer siempre la voluntad de Dios. Le pido que mi ministerio dé todo el fruto que Él quiera que dé. Que pueda llevar a muchos a Dios y también ser instrumento para que nuestro Seminario se llene de jóvenes generosos que lo quieran seguir hasta el final.
-¿Qué dirías a un joven que siente que Dios lo está llamando para el sacerdocio?
Le diría que no le tenga miedo a Dios, porque Él es muy bueno con aquellos a quienes llama. Que sepa que no hay nada ni nadie fuera de Dios por quien valga la pena darlo todo, y que hay mucha gente sedienta de Dios que lo necesita.
Le diría también que aunque el camino por el que seguimos al Señor Jesús conduce al Calvario, la cruz se carga junto con Él y su presencia es nuestra fuerza y alegría, las más grandes que se pueden experimentar. ¡Nunca se olviden que el final del camino no es la cruz, sino la gloria de la resurrección!
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